No todo lo del pobre es robado

Roberto Castro Polanía
robertocastro@radiosur.net

A Pitalito lo estafaron, después le cayó la roya y ahora le quieren endilgar la fama de tierra de nadie donde “personajes corpulentos”, adornados de “oro y joyas hasta en los dientes”, de la noche a la mañana enriquecidos, son los “amos y señores” que se pasean en sus caballos de “400 millones de pesos” o en “suntuosos vehículos” con los que las calles de la ciudad de Laboyos “permanecen inundadas”.

Esta es la versión que publicó en La Nación el domingo 10 de octubre el joven y reconocido periodista Francisco Arguello bajo el título: “Pitalito: ¿Narcotráfico o cultura de apariencia ‘traqueta’?” El mismo informe fue publicado en la misma fecha en el diario virtual Elmundo.es bajo el título: “Pitalito, el pueblo que se ha convertido en el paraíso del lavado de dinero”. No sorprende, pues el mismo Arguello publicó esta ligereza el pasado 23 de septiembre en Referencia Digital, un periódico virtual de Venezuela: “…Colombia, un país donde aún se mueve la cocaína como pez en el agua y los traficantes venden hasta su alma al diablo en busca de no ser detectados.”

Pitalito es un importante cruce de rutas comerciales y el centro de gravedad económico de una región que se extiende mucho más allá del mero sur del Huila. El dinámico y competitivo comercio de la ciudad atrae compradores del centro del Huila, Caquetá y Putumayo. Lo mismo podemos decir de sus sólidas y modernas instituciones educativas, del vigor de sus expresiones culturales y la fertilidad de sus suelos, para mencionar solo un puñado de factores que hacen de Laboyos una ciudad atractiva para vivir, hacer compras y realizar negocios. Es una simplificación inaceptable el señalar a la actividad económica de los derivados de la coca como el factor determinante del indiscutible vigor comercial de la ciudad de Laboyos.

Pitalito produce más y mejor café que cualquier otro municipio de Colombia. En las goteras de la ciudad se encuentra uno de los suelos más ricos del país, en donde modernas ganaderías sostienen cargas de cinco reses de ceba por hectárea en pastoreo. Pitalito produce panela, frijol, maíz, yuca, lulo, plátano, achira, arracacha, aguacate, cacao, granadilla, arveja, tomate, cítricos, mora, tomillo, tomate de árbol, cebolla cabezona, maracuyá. La ciudad de Laboyos aloja respetadas autoridades en el campo de la cría, adiestramiento y juzgamiento de caballos de paso fino colombiano; además posee una industria incipiente de aperos de calidad. Y cómo no mencionar la actividad artística que nos ha colocado en el mapa mundial gracias al talento de los pintores, escultores, artesanos y escritores laboyanos.

El informe publicado por el joven periodista no ofrece credibilidad. La descripción de Pitalito como una aldea sin Dios ni ley, dominada por amos y señores repletos de joyas, inundadas sus calles con vehículos suntuosos, no corresponde en absoluto a nuestra realidad. Se trata de una desafortunada muestra de mala prensa que sin duda contribuirá a desestimular a potenciales inversionistas, visitantes o personas que buscan asentarse en el sur del Huila.

En la ciudad de Laboyos sobran los temas para escribir. Positivos y negativos. Que lo diga Gerardo Meneses, laureado escritor laboyano que publica en La Nación cada semana una excelente crónica sobre la vida de Pitalito y sus problemas. Lo que no aceptamos los laboyanos es que un periodista de Neiva viaje un par de días a nuestra ciudad para producir un informe plagado de inexactitudes. Pitalito ha sido vibrante centro comercial desde antes de que apareciera el narcotráfico. La ciudad de Laboyos prospera y crece por sus propios meritos, por sus abundantes bendiciones naturales y sobre todo por el talento, amor por su tierra y capacidad de trabajo de su gente. No todo lo del pobre es robado.

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